El rotundo fracaso de la fijación del Salario mínimo
Nuevamente
debo iniciar nuestro debate haciendo referencia a la poca claridad con la que se ha manejado la
información oficial sobre el incremento del salario mínimo y del beneficio de
alimentación para los trabajadores. Tal ha sido la opacidad de la información
que lo que debió ser noticia en el ámbito laboral, simplemente fue una nota
brevemente comentada por estos días.
El
poco impacto de este anuncio de incremento del salario mínimo nacional y del
beneficio de alimentación no se debe solo a la nutrida y convulsa agenda
política de los días previos y los que seguramente vendrán, sino que la figura
del incremento del salario mínimo, consecuencia de la forma en que se ha
discutido, acordado e implementado en los últimos años y en especial en las
últimas 5 o 6 oportunidades, hizo que el propio anuncio carezca del impacto que
debió tener en empresarios, sindicatos y trabajadores por igual. El manejo que
se ha dado tanto para la fijación del salario como la
intencionalidad/oportunidad en la que se han dictado los últimos aumentos,
aceleraron aun más, el deterioro de todo un modelo estatista regulador enquistado en la cultura laboral venezolana en particular y en el Estado en general.
Este
agotamiento del modelo regulador venezolano -al que ya hemos hecho referencia
antes-, se debe principalmente a que algunos de sus principios no han sido
atendidos, se debe al mismo hecho que el incremento, implementación y próxima
revisión se ha realizado sin la participación de todos los interesados en esta
fiesta que se llama relación laboral. Se debe a que lejos de democratizar el
espectro de opiniones sobre las cuales nutrir el debate sobre la pertinencia y
oportunidad del incremento, este debate se ha trasladado fuera del ámbito de
políticas sociales del Estado, a la arena de la política de control social y de herramienta moderadora del tono y contenido del mensaje de la opinión pública.
En
cualquier economía y sociedad sensata, incluso en la Venezuela de hace 5 años el incremento de un 40% del costo de la
nómina, debería generar antes, durante y posterior a la medida un debate
abierto sobre las causas, efectos y consecuencias de dicho incremento. Pero
acá, en nuestro País del día de hoy, este incremento que en el año ya sobrepasa el 400% solo fue noticia siquiera de un día.
Nuevamente, en vísperas de su
inicio de aplicación de esta medida, no se encuentra información oficial más allá de notas de prensa, pues no se ha publicado el contenido del decreto del salario
mínimo, ni la modificación de la legislación que incrementaría de 8UT a 12 UT
diarias el beneficio de alimentación que fue anunciada hace más de 4 días y que inicia el día 1ro de noviembre de 2016.
Este
mecanismo autocrático con el que se han fijado los salarios mínimos recientemente, excluyendo el dialogo tripartito establecido por Ley y según convenios internacionales que así obligan a nuestro País, con prescindencia
absoluta del sector sindical y empresarial del País en el proceso de debate, independientemente de la
justificación que quiera dársele a tal exclusión, es el causante a que dicho aumento que se pretende ver como una conquista del Gobierno, se aprecie como insuficiente por el sector Sindical, y como escandalosamente punitivo por parte de un golpeado sector Empresarial.
Esta situación que ocurre con relación al mecanismo de fijación del salario mínimo, es claro, fiel y alarmante
reflejo de nuestro pasado reciente, que evidencia que a falta de diálogo, de
negociación, de roce, y del calor de la discusión, cualesquiera sean las medidas
que se tomen, las mismas tendrán un efecto que con el paso del tiempo generarán
un decaer natural sobre la trascendencia de la decisión.
Aprendamos
del pasado reciente, para que en el futuro inmediato no cometamos la misma
falta. No habrá en nuestro País resultado positivo, producto de decisiones y/o
medidas que pueda adoptar dirigencia política alguna, si la decisión misma no
es producto de mutuas concesiones, de un entendimiento de las motivaciones de
todos los interesados, y una satisfacción de los intereses de todas las partes,
independientemente de la fortaleza que una de las partes pueda tener respecto a
las demás.
Los
valores democráticos no son banderas para batir al aire en medio del discurso
cuando más conviene, por el contrario son las reglas y constricciones que nos
permitirán tener una sociedad más justa, ecuánime y funcional para nuestro presente
y para el futuro de nuestros hijos.
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